Intentan disimular cuando estoy delante, pero puedo darme cuenta.
De hecho, soy perfectamente consciente. Se empeñan en darle un toque de naturalidad, me acogen como si quisieran que me crea que sí, que la integración es posible. Pero da lo mismo formar parte del menú cuando notas que nadie te quiere tal y como eres. Hay veces en las que disimular no cuesta mucho, te animas, haces como si formaras parte del conjunto y te tiras a la arena... Pero hay días en los que solamente "intentar estar" duele. Te resistes a admitirlo, pero sabes que algo pasa. Y duele. Mucho.
Lo de ayer fue el acabose. He intentado que no se notase mucho cuando me han liado con el queso, con los pimientos o con el tomate. A veces me ha tocado bailar con el bacon y he mantenido el tipo. Pero ¡queso y bacon! dios, cómo han podido... era horrible estar ahí, retorcido entre pingas de grasumacada del bacon y el queso derritiéndose todo a mi alrededor. Me repetía una y otra vez, "No, esto no está pasando, es una alucinación...", pero no, era real.
No sé. Veo que a la tortilla le va estupendamente. Hay gente que quiere bocadillos de tortilla. Sólo tortilla. Nadie le pide pedigree al chorizo. Conozco a gente que se ventila bocadillos de chorizo (a palo seco) día tras día. Del jamón ni hablamos, para qué. Sabe que todo el mundo le adora; lo que es peor, se lo tiene creído.
A mí, no. ¿Quién ha pedido alguna vez un bocadillo de lomo, a secas, tal cuál? ¿Cuándo fue la última vez que tú lo pediste?... Sí, lo sé. No intentes disculparte ahora. Sé lo que soy: el lomo que aparece en todos los menús y en todas las cartas... porque siempre sobro, porque nadie me quiere por mí mismo...